REDES: Manzana y estancias jesuíticas de Córdoba

Maricarmen Tapia

FICHA TÉCNICA

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Varios
Córdoba, Argentina
1573
1599

Su fundación y evolución histórica responde al proyecto conjunto de la Iglesia Católica y la Corona española para la colonización y evangelización de los territorios americanos, proceso descrito de forma general en la ficha Misiones en América.

El conjunto de la Manzana jesuítica, declarada Patrimonio Mundial por la UNESCO en el año 2000, está formado por la Capilla Doméstica, el Colegio Nacional de Montserrat, la Iglesia de la Compañía de Jesús (1671), la antigua sede de la Universidad Nacional de Córdoba (1613) y la Residencia. Conforman además el sistema cinco Estancias rurales.

Los jesuitas se establecieron en Córdoba en 1599 y permanecieron hasta 1767, cuando, por orden del rey Carlos III, fueron expulsados de los territorios de la Corona española.

Córdoba pertenecía  a la Provincia Jesuítica del Paraguay, al igual que las Misiones de Chiquitos, del Paraguay y Guaraníes. Esta Provincia comprendía territorios de los actuales estados de Paraguay, Brasil, Uruguay, Bolivia y Argentina y tenía su sede central en Córdoba.

Territorialmente, la Compañía de Jesús se dividía en provincias. En América, las provincias jesuíticas tenían unos límites muy poco definidos y con frecuencia variables, que no coincidían con los de las divisiones eclesiásticas ni las político-administrativas.

Al frente de cada provincia estaba el Padre Provincial, auxiliado por un consejo de consultores. El Padre Visitador recorría la provincia y elaboraba informes que eran remitidos  al General de la Compañía.

La Orden de los jesuitas se estableció en Córdoba en 1599 y fundó la primera casa de la Compañía en el perímetro de la traza ortogonal fundacional, ocupando dos manzanas cedidas por el Cabildo local en el momento de la fundación de la ciudad (1573). En aquella época habitaban la ciudad sesenta familias y seis mil indios y contaba ya con la presencia de otras órdenes religiosas: dominicos, franciscanos y mercedarios. A finales del siglo XVII, a los jesuitas llegados de Perú y Brasil se unieron otros procedentes de Italia, Francia, Baviera, Países Bajos y Bohemia.

Con el tiempo se fueron expandiendo y construyendo diversos edificios y anexos, como la iglesia, la residencia, el Colegio Convictorio de Montserrat, talleres y huertas. En 1608 se creó el Noviciado, para la formación de nuevos religiosos y en 1610, el Colegio Máximo, que fue reconocido como Universidad en 1622, y los títulos que expedía eran reconocidos en todos los dominios de la Corona española (Breve Pontificio de Gregorio XV, de1621 y Cédula Real de Felipe IV, de 1622); en la actualidad, forma parte de la Universidad Nacional de Córdoba.

 

Características organizativas

La organización de la educación fue una de las mayores contribuciones de los jesuitas a la colonización de los países iberoamericanos. Otras órdenes religiosas se ocuparon también de la educación, pero los jesuitas la incorporaron desde el principio, y sin abandonarla nunca, a su estrategia evangelizadora.

Los colegios elementales para los indígenas -que en ocasiones lo eran también para peninsulares o criollos- se fueron complementando con otros de niveles superiores, en un principio para novicios de la propia orden y, a partir de 1622, también para seglares. En un principio, y obedeciendo las instrucciones de la Corona, se enseñaba castellano a los indígenas; pero luego se fue viendo la conveniencia de que los jesuitas aprendieran las lenguas nativas. Con ello pretendían, por una parte, proteger a los indígenas de las malas influencias y los abusos de los españoles y, por otra, mantenerlos en una situación de fuerte dependencia de los sacerdotes para sus relaciones comerciales.

La Ratio atque Institutio Studiorum Societatis Iesu, publicada en Roma en 1599, constituye un verdadero sistema educativo normalizado, por el que se regían los colegios jesuíticos: todos los aspectos de la vida en el colegio estaban estrictamente regulados y, junto a la garantía de homogeneidad que implicaba la continua movilidad de los jesuitas entre las distintas sedes, garantizaba la calidad y sobre todo la uniformidad de las enseñanzas. No sólo abastecían a la Compañía de sabios y artistas, sino que contribuyeron notablemente a la formación de las clases dirigentes de todos los estamentos sociales.

Cada fundación debía ser económicamente autónoma; la iglesia y las residencias se mantenían con limosnas, pero para los colegios podían admitir donaciones o adquirir propiedades y explotaciones. Los jesuitas no tenían reparo en la obtención de riquezas a partir de la producción agropecuaria, artesanal o comercial si servían para lograr los fines de la Compañía. En el caso de Córdoba, para financiar el Colegio Máximo, establecieron diversos asentamientos productivos rurales, las estancias, que intercambiaban entre sí y mantenían un fluido tráfico comercial andino de ganado. Cada estancia incluía la iglesia o capilla, la residencia de los sacerdotes, viviendas para los indígenas, áreas  de trabajo (campos, molinos, telares, carpintería, forja), sistemas hidráulicos (zanjas de irrigación, canales, embalses) y terrenos de pasto para la ganadería.

Actualmente permanecen las Estancias de Alta Gracia, Jesús María, Santa Catalina, Caroya y La Candelaria, algunas de las cuales se desarrollaron como centros urbanos.

 

Características espaciales y formales

La Manzana Jesuítica de Córdoba contiene los edificios centrales del sistema organizativo de los jesuitas de la Provincia del Paraguay: la iglesia, la universidad y las residencias de la Compañía de Jesús y de la universidad.

La Universidad o Colegio Máximo de Córdoba (1622, la segunda de las establecidas en Sudamérica) está dispuesta en torno a un espacio central abierto (originalmente un jardín botánico), y construida en piedra y ladrillo, con amplias columnatas alrededor del patio.

La Iglesia de la Compañía de Jesús –construida entre 1645 y 1674- es una gran estructura con planta de cruz latina, coronada por una cúpula, con dos torres en el extremo oeste, construida principalmente en piedra, con ladrillos en los niveles superiores. Es un edificio de una sola nave que, debido a la escasa pericia técnica de los primeros constructores, a la hora de cubrir la iglesia los muros resultaban insuficientes –a pesar de tener más de un metro de espesor- para soportar el peso de la bóveda. Fue el ingeniero flamenco Philippe Lemaire, recién ingresado en la Compañía y experto constructor de barcos, el que solucionó el problema mediante la construcción, con técnica naval, de una bóveda de madera. Su interior está ricamente decorado, sobresaliendo el retablo del altar mayor y el púlpito, ambos barrocos.

De la misma manera que la Universidad, los edificios del Colegio de Nuestra Señora de Montserrat se disponen alrededor de dos espacios abiertos y están construidos en el mismo estilo.

Las cinco estancias completan un conjunto único que ilustra un fenómeno religioso, social y económico, desarrollado durante más de 150 años, de una importancia capital en la historia de América. Se concentraron en la agricultura, la producción textil y la cría de ganado, además de sus funciones espirituales. Pasaron a  posesión de la compañía por compra y por legados y pronto alcanzaron un gran éxito económico.

La Estancia Jesuítica de Alta Gracia fue la principal de ellas y tenía como fin proveer y financiar el Colegio Máximo. El conjunto está conformado por la iglesia (1723-62), la residencia, el obraje, el tajamar y el molino, dentro de la trama urbana, y, fuera de ella, hornillas, paredones, hornos de cal. Las estancias contaban además con esclavos africanos que vivían en rancherías. 

ICONOGRAFÍA

ESPACIOS RELACIONADOS

BIBLIOGRAFÍA

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COMO CITAR ESTE DOCUMENTO:

TAPIA, Maricarmen. Manzana y estancias jesuíticas de Cordoba. Atlas Digital de los Espacios de Control, nº8, 2017