En 1904 se inauguró la cárcel Modelo de Barcelona, cuyas obras habían comenzado diecisiete años antes, periodo que muchas consideraron demasiado largo, en un momento en el que estaba en plena vigencia, en el discurso penológico, el encierro celular, a pesar de las críticas que concitaba en muchos sectores.
En el momento en que se diseñó existía una normativa, el Programa para la construcción de cárceles de partido de 1877, que, a partir de los planos que Tomás Aranguren había propuesto para la Cárcel Modelo de Madrid, establecía una tipología constructiva que debía orientar la elevación de estos establecimientos que, en lo sustancial, consistían en edificios radiales que conformaban media estrella con las alas ligeramente trapezoidales. Pero la Modelo de Barcelona, tal como explicaba Pedro Armengol en la memoria que se presentó en 1888, pretendía ir más allá, superando en coste y arquitectura ala de Madrid. Se quería elevar una modelo de modelos, en un momento en que prosperaba la idea del establecimiento singular que debería servir de patrón para la construcción de los demás.
Los planos corrieron a cargo de dos arquitectos de prestigio, Domenec Estapá y Salvador Viñals, que habían asumido otras obras importantes de Barcelona como el Palacio de Justicia o el Hospital Clínico. Se trata de un complejo compuesto por tres bloques: el edificio de la administración, la parte estrellada, de encierro celular concebida para preventivos, y el módulo posterior que inicialmente debía ser el de cumplimiento pero que, en realidad, ha desempeñado funciones diversas, como encierro de jóvenes, de mujeres o talleres.
El establecimiento recuerda a la cárcel de la Santé de París pero, además, pretendía incorporar notables mejoras, como la iluminación con luz natural de las galerías, que se lograba mediante los rosetones existentes en los extremos de las mismas y una especie de claraboyas en el tejado.
Se proyectaron paseos celulares entre los radios, para mantener la pureza del aislamiento, así como una capilla alveolar en el centro del edificio, donde se emplearon los materiales más modernos del momento, básicamente el hierro que constituye la estructura de la rotonda que, de alguna manera, es el espacio vertebrador del edificio estrellado, pues es el punto de vigilancia y, al tiempo, está cargado de valor simbólico.
Se intentó cuidar hasta el menor detalle, con esa voluntad de convertirla en modelo de modelos, en asuntos como la distribución del agua, las cerraduras de las puertas, la incorporación de un generador eléctrico que garantizaba el suministro en caso de apagón, así como la propia letrina de cada celda que, mediante un ingenioso sistema, indicaba en el exterior si se estaba utilizando en exceso, lo que podría indicar un intento de comunicación con otros reos.
Se inauguró sin concluir el bloque que debía servir de establecimiento de cumplimiento y el edificio estrellado, que se pensó para albergar 800 reclusos en régimen de aislamiento pronto tuvo dos mil inquilinos forzosos, lógicamente, con unos niveles de hacinamiento considerables.
En 1904 todavía se encontraba en los lindes del Ensanche de Barcelona, rodeada de tierras cultivadas, pero pronto fue engullida por la ciudad, como consecuencia de un crecimiento muy previsible, situación en la que se encuentra en la actualidad (setiembre de 2011), desempeñando todavía la función de cárcel y siendo considerada una de las peores de España.
FRAILE, Pedro. La cárcel Modelo de Barcelona. Atlas Digital de los Espacios de Control, nº 2, 2017.